Los domingos son a la semana lo que lo Sagrado a las personas.
Venía por ex ruta ocho, es decir Ricardo Balbín, es decir ruta ocho(1), leyendo un poco de Ante la Ley; estaba por terminar de preguntarme si todos aspiran a la Ley (con mayúscula), cuando un guardián contesta que cerrará la puerta. El guardián pertenece al relato de Kafka, y la incógnita también. Ahí le extendí cinco pesos al tipo del peaje para poder entrar, finalmente, a lo que se denomina la provincia.
Decía que los domingos tienen un halo místico, y estoy segura de que es más que por eso que cierto tipo de religiosos eligen los domingos para ir a misa. Pero eso no importa; los domingos me abruman como cualquier otro día.
Levanto la vista del libro y la detengo en los carteles de gomería, uno tenía una llave inglesa, y es bastante justo que así sea el cartel de una gomería; se me ocurre fantasear con seguir derecho por ruta ocho y llegar de pronto a Córdoba (menos mal que no es época de cerveza porque sino tendría que haber fantaseado doblemente y cargar, claro, con mi esnobismo porteño y el de las colonias alemanas cordobesas); otra gomería (hay tantas gomerías que estimo que nadie debe andar por allí con sus llantas pinchadas, entonces me pregunto para qué hay tantas gomerías, digo, cómo se mantiene el negocio de la goma) tiene la caligrafía bien varonil, negra, llamativa, gruesa, y en la pared, como siempre, una mina en pelotas se lleva un dedo a la boca y otro a la zona pélvica. Es tetona y tiene cara de voluptuosidades que yo no podría permitirme. Nada nuevo. Por ahora, la provincia es lo mismo que el sur de Capital Federal. Vuelvo al libro y se terminó el relato, así que levanto la vista y leo “Agrupación Mística Peronista”, giro la cabeza lo más que puedo pero no llego a leer más que eso; está escrito en letras negras, fondo amarillo, y es San Martín.
Hago lo que tengo que hacer y por lo cual decidí pasear obligadamente. Retomo el camino, esta vez de regreso, pago el peaje nuevamente (son cinco pesos más; diez pesos para pasar a provincia y salir de ella), saludo al tipo rápido (muchos autos tocan bocina, quieren llegar rápido a capital capital capital), hola, le doy los cinco, me sube la barrera, me pregunto si el tipo tendrá pulgas que hablan y le susurran si puede dejarme o no pasar, paso, ya estoy en Capital, llego a casa, abro el google (menos mal que sacaron el video de aniversario de Chaplin; si el petiso existiera, se preguntaría por qué hicieron una estafa de su vida, con más empeño de lo que él), busco Agrupación Mística Peronista, no tira nada; el buscador me devuelve las palabras “Agrupación Mística Pincha”. Concretamente, ningún enlace me explica lo que es (ya abandoné la búsqueda sobre la agrupación mística peronista); al parecer es algún subgrupo del Club Estudiantes de La Plata. Es muy domingo como para hacer el intento de seguir buscando.
(1) La música que acompañaba todo este escenario patético (en el estricto y no vulgar sentido de la palabra) eran los escasos verbos del negro Bobby Mc. Ferrin, que repetía incansable, absurdo y monótono Don't worry, be happy. Poco paradójico, verdad?
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