sábado, 30 de abril de 2011

Hablar/besar (Roland Barthes x Roland Barthes)



"Según una hipótesis de Leroi–Gourhan, fue cuando logró liberar sus extremidades anteriores de la marcha y, por tanto, su boca de las funciones predatorias, cuando el hombre pudo hablar. Yo añado: y besar. Pues el aparato fonatorio es también el aparato oscular. Al pasar a la estación erecta, el hombre se halló libre para inventar el lenguaje y el amor: es tal vez el nacimiento antropológico de una doble perversión concomitante: la palabra y el beso. Según esto, mientras más libres fueron los hombres (respecto a su boca), más hablaron y besaron; y, lógicamente, cuando mediante el progreso los hombres se deshagan de toda tarea manual, no harán otra cosa que discurrir y besarse.
Imaginemos para esta doble función, localizada en un mismo sitio, una transgresión única nacida de un uso simultáneo de la palabra y del beso: hablar besando, besar hablando. Hay que creer que esta voluptuosidad existe, ya que los amantes no dejan de "beber las palabras en los labios amados". Lo que saborean entonces, en la lucha amorosa, es el juego del sentido que se abre y se interrumpe: la función que se turba: en una palabra: el cuerpo farfullado."
(R.B)
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A las 5.36 había terminado el programa; ya estaba lista para una próxima postergación.

martes, 19 de abril de 2011

Dichoso abrí los brazos a tu afán y con mi amor salimos de payasos a vivir

Encarcelaron las plazas; rompieron los asfaltos; afanaron el presupuesto de educación pública; cobraron muchas multas; sacaron el sector fumadores; rompieron las casas para hacer avenidas iluminadas (¿dónde quedó mi La Boca querida?) al mejor estilo Palermo; llenaron de fantasmas policíacos vestidos de ajedrez (¿es en serio que arguyen que el gobierno no supo manejar el tema de la seguridad?, ¿ellos sí?).

Bueno, ahora dice que tiene la “vocación de ser presidente”. Pero ¿qué es la vocación esa, Mr. Maurice?
En La vida de los hombres infames, Foucault nos presenta algunos documentos infames (los llama “avisos” y ni siquiera son casi literatura, sino fragmentos de un discurso de coacción que atraviesa la ética inmanente occidental) de hombres infames. ¿Cuáles son los hombres infames? Aquellos que no tienen ninguna gloria.
Los infames del siglo XVII y XVIII eran realmente pintorescos, productos de discursos asustados, los verdaderos condenados a no permanecer en la memoria de los hombres. Salvando las distancias, nadie quiere recordar al jefe de gobierno de la Capi, pero tenemos que hacer el esfuerzo.
Vaticinaba Foucault, que la La vida de los hombres infames podría propagarse en otras horas, en otros lugares (en otro tiempo). Nos queremos zafar del estructuralismo, pero siempre aparece . Acá, no tenemos archivos policiales (en realidad los hay; hay hasta grabaciones que confirman el discurso del infame), no hay archivos de encierro, mucho menos hay órdenes reales; sin embargo la infamia se prolonga y no ya de la mano de un vagabundo, de un vendedor ambulante que se pone en pedo, ni de fabricantes de zuecos (ya no se usan los zuecos, de hecho –salvo raras excepciones infámicas*) sino de un tipo que alguna vez nació con bigote y luego se lo quitó, intentando hacer creer que evidenciando la fachada newbie se ejecuta el verdadero cambio
Ahora el PRO, busca robarnos los colores, pero esta vez es un acto democrático. Ja!
Hay que leer La Nación. Hay que leerlo.

domingo, 17 de abril de 2011

Parecía un gallo desplumado, luciendo al compadrear…


Los domingos son a la semana lo que lo Sagrado a las personas. 
Venía por ex ruta ocho, es decir Ricardo Balbín, es decir ruta ocho(1), leyendo un poco de Ante la Ley; estaba por terminar de preguntarme si todos aspiran a la Ley (con mayúscula), cuando un guardián contesta que cerrará la puerta. El guardián pertenece al relato de Kafka, y la incógnita también. Ahí le extendí cinco pesos al tipo del peaje para poder entrar, finalmente, a lo que se denomina la provincia.
Decía que los domingos tienen un halo místico, y estoy segura de que es más que por eso que cierto tipo de religiosos eligen los domingos para ir a misa. Pero eso no importa; los domingos me abruman como cualquier otro día.
Levanto la vista del libro y la detengo en los carteles de gomería, uno tenía una llave inglesa, y es bastante justo que así sea el cartel de una gomería; se me ocurre fantasear con seguir derecho por ruta ocho y llegar de pronto a Córdoba (menos mal que no es época de cerveza porque sino tendría que haber fantaseado doblemente y cargar, claro, con mi esnobismo porteño y el de las colonias alemanas cordobesas); otra gomería (hay tantas gomerías que estimo que nadie debe andar por allí con sus llantas pinchadas, entonces me pregunto para qué hay tantas gomerías, digo, cómo se mantiene el negocio de la goma) tiene la caligrafía bien varonil, negra, llamativa, gruesa, y en la pared, como siempre, una mina en pelotas se lleva un dedo a la boca y otro a la zona pélvica. Es tetona y tiene cara de voluptuosidades que yo no podría permitirme. Nada nuevo. Por ahora, la provincia es lo mismo que el sur de Capital Federal. Vuelvo al libro y se terminó el relato, así que levanto la vista y leo “Agrupación Mística Peronista”, giro la cabeza lo más que puedo pero no llego a leer más que eso; está escrito en letras negras, fondo amarillo, y es San Martín.
Hago lo que tengo que hacer y por lo cual decidí pasear obligadamente. Retomo el camino, esta vez de regreso, pago el peaje nuevamente (son cinco pesos más; diez pesos para pasar a provincia y salir de ella), saludo al tipo rápido (muchos autos tocan bocina, quieren llegar rápido a capital capital capital), hola, le doy los cinco, me sube la barrera, me pregunto si el tipo tendrá pulgas que hablan y le susurran si puede dejarme o no pasar, paso, ya estoy en Capital, llego a casa, abro el google (menos mal que sacaron el video de aniversario de Chaplin; si el petiso existiera, se preguntaría por qué hicieron una estafa de su vida, con más empeño de lo que él), busco Agrupación Mística Peronista, no tira nada; el buscador me devuelve las palabras “Agrupación Mística Pincha”. Concretamente, ningún enlace me explica lo que es (ya abandoné la búsqueda sobre la agrupación mística peronista); al parecer es algún subgrupo del Club Estudiantes de La Plata. Es muy domingo como para hacer el intento de seguir buscando.


(1) La música que acompañaba todo este escenario patético (en el estricto y no vulgar sentido de la palabra) eran los escasos verbos del negro Bobby Mc. Ferrin, que repetía incansable, absurdo y monótono Don't worry, be happy. Poco paradójico, verdad?

miércoles, 13 de abril de 2011

Brega



Curro ojos indelebles
escribió una historia en el escote
y lacónica muerte de rumbo
pintó en su boca un corte

sus pequeños cielos que lamían el mar entristecido
de sal no se quejaban
y querer ya no podían

fue a pasitos cortos
-curro -ojos- indelebles-
confundiendo sal y membrillo

Curro ojos apagados
reveló la melodía
enlazada en las trenzas de una calle
y al cruzar por el asfalto
descubrió de su camisa un canto,
así silbando calló la talla
de morir en la tibieza
de una dama que porfiaba
la macana y la palabra.


Curro salió deprisa
con las manos dibujadas
y esbozó con la mirada
-en un papel de bar nocturno-
la milonga eslabonada

al despertar por la mañana
Curro no volvió
y
la damita perturbada
-partiendo sus enaguas-
hiló congoja risa llanto
antes del suicidio.

domingo, 10 de abril de 2011

Luisa Brown


Camila, más conocida como La negra, y apodada espasmódica y momentáneamente Luisa Brown (Buenos Aires; 13 de noviembre de 1989) es una de las menos reconocidas músicas, compositoras y productoras del género musical que más le entre en ganas gestionar en determinado momento.
Es integrante del dúo (eventual trío) cómico Tarantinas y se desempeña cotidianamente fomentando el hedonismo, la gracia y cómo negarlo, la vituperación hacia la religión.

Infancia y primeros años

Es la primogénita de una familia gitana y macumbera (en su composición son de relevancia los uruguayos, italianos, etcétera) del barrio de San Telmo.
La vocación musical de la pequeña Negra empezó a desarrollarse cuando sus padres le regalaron unos toc-toc de goma eva. Un día la llevaron a casa de una señora mayor que tenía unos toc-toc  y la sentaron frente al instrumento: Negra comenzó a tocar la novena sinfonía de Beethoven y convenció a sus padres, y la a señora, de que poseía una predisposición hacia la música.
Nunca la inscribieron en ninguna institución de índole artístico por lo que ella, a la tierna edad de cuatro años, decidió crear la suya. 
Lo demás es historia.
Tarantinas
Camila asistió al Normal 3, en el barrio de San Telmo. Desde los primeros años se escapaba, cual Charly García músico, de las clases para ir a tocar los toc toc que se hallaban en la sala de actos. Allí conoció a Sofía, pianista y vocalista contemporánea, con la que formó lazos insuperables.
En tardes donde lo único que había que hacer era estudiar y contar la cantidad de niños fallecidos tras masacres en colegios latinoamericanos y europeos, el dúo cómico empezó a vislumbrar que era muy cómico.
Así nació, entre yerbas mate y bizcochitos, Tarantinas, grupo del que no hablaré pero tampoco pueden encontrar en la Wikipedia.
La consagración:
La desconocemos. Buscamos con esto llamar la atención de alguien.
Actualidad:
Escribió muchas canciones y no hay ningún episodio mezclado con las drogas del cual haya sido protagonista.
Entrará a estudiar cine y Dios sabrá cuántas otras cosas.

Aclaración innecesaria:

La canción finaliza con unos acordes homenaje al señor místico Devendra Banhart. Pueden encontrar en los enlaces acérrimos de todo tipo, canciones de ese muchacho.



sábado, 9 de abril de 2011

Desasosiego

Temo a los clavos que envuelven con tajos el día más que las noches, entonces quisiera que todos los vidrios se hagan planos, llanuras vastas, que formen ventanas y los hierros del mundo, fierros, metales brillosos, metales sobre todo, se redondeen, gordos, delicados, indoloros que formen juguetes de gurises y construyan plazas.
Debí, en cada agujero de la cara, meter papeles, bollos de papel que tapen para que no salga nada; y temí, nuevamente. Quise que las ventanas, montados esmeriles de líquido ingenuo, unidos los pedazos que no corten, curvadas sus puntas, se abran pares y dejen volar los cuerpos.
De esa noche memorable, algunos recuerdos:
Vino pálida y entró sin aviso, hermosa sin rostro, descarada mujer horrenda que me acechó al borde de la cama, mirándome sin decir nada; sin ojos se clavaban los huecos de su cara en mi frente llena de ellos, apuntando vaya yo a saber qué cosas desconocidas; de boca torcida reía su único diente que merodeaba la orilla de su lengua como un carbón millonario, gastado y brilloso monstruo que convierten los años. Intentando correr mi mirada, insinué no haberla visto, pitonisa radiante que inspiró el miedo en aquél encuentro, qué llegó a hacer en esa madrugada que se han borrado mis recuerdos. 
Dije “Calígula”, y llevaba cara de dama, yo no conocía sus secretos ni su historia, y la sibila quizá enojada, echó un injurio sobre mi almohada. Nerviosa atiné a escaparme a la cocina, un vaso detrás de otro, era todo agua, y nadie puede negarme que hay sabor más iluso que el de ella a las tres de la mañana cuando cae en la garganta un abismo silencioso que, en la cañería de los hombres, apaga palabras y moja las muelas con sus ganas de volver al río, mar no salada.
Pitonisa conoció la guerra y andaba enojada, pues yo, mujer corriente de eso no entendía nada. Anoté la palabra para no olvidarla, Calígula, mujer ardida.
Pitonisa escupió dos hilos gordos de baba sobre mi cara; bruja maldita a qué has venido, mis retinas le gritaban, y su vestido, negro de viejas noches, bailaba con el alba las canciones instrumentales de horrorosas ausencias morfológicas. Nada tuve que hacer para olvidarla.
Temo a los cuchillos, a los vidrios, los espejos que saludan mis refuerzos cada mañana; quiero ver el parque extendido por esos juegos. Esos juegos de los niños que hamacan execrables mañanitas que tejen las señoras.