Casi abre la boca. Casi muerde las palabras. No las dijo porque lo quiso tanto. Este fue el final acorde a lo que fueron; esa bosta implacable que no se hace notar más que de a dos. La mierda andante, la búsqueda de nada cuando está lleno de todo y se quejan porque ya no hay nada. "No ves que no hay nada, que hay de todo".
Navega el navegante creyendo que algún mar lo va a salvar de eso que es la ola y la profundidad; esa oscuridad que no se teme porque el miedo sobrepasó los límites de la angustia. La trillada mujercita le suspira al oído que ya no lo quiere y se tirará ahogándose y ella riéndose suspirará en otros oídos que sí lo quiso. Mentirosa y embustera; fingiendo amar de algún modo, deja caer al navegante iniciado en el agua negra, que envuelve sin muros una luna tímida y opaca; lo verá hundirse y se pellizcará las mejillas y escupirá sus manos con ahínco para luego mojarse las pestañas y decir que ha llorado. Pero el navegante aún está a su lado mirándola con esmero y tratando de decirle lo que ella ya sabe pero él aún ignora; esa mujer horrenda sabe de precipios en el mar, cuando se estalla la cara desde lo alto y parece pegarse el cemento en las comisuras de los labios destrozando el rostro a cuánta velocidad quiera ir el barco. Él lo ignora. Ella no. Se borrará de sus ojeras cuanta tristeza hayan recaudado en tantos años; y se borrará también el cielo que escoltó tantas mañanas miserables, tantos sábados perdidos entre el sexo y la avaricia de quererse tanto; volverá a su lugar definido, la tierra y los insectos recobrarán sentido y seguirán las compras, el trabajo y el beso omnipotente de un pasajero momentáneo que bese su frente cuando ella esté mal. Volverá el gusto matutino a nadie y a semillas de marihuana, a vino tinto, a felicidad, a gracia sin fe porque la fe es para los perdidos, le dijeron; y se abrochará a cada momento las prendas, que a cada momento se desprenda para dejarse amar por el cuerpo que le venga en ganas y ya no más explicaciones y ya no más estruendo a medianoche cuando es hora de cenar, los que cenan tarde, o de dormir los que no pueden decir más de lo que dijeron. Caminará débil porque tendrá una muerte en un prontuario de mujer imbécil y guardará en la joroba las penas sonrientes de la que nunca quiso y dijo querer; responderá frecuente y con elocuencia a palabras del orden de lo terrenal y mantendrá al margen su propia historia, el mérito de mierda; tetas que alguna vez chupó con tanta fuerza el navegante que caerá; improvisadas nutrias yertas que encuentran ebrios de ríos; fértiles ríos debajo de la ropa interior. Bombachas del navegante que ignoró y ahora morirá; se va a morir de a poco y mojándose las narices, y cuando el agua penetre cada surco de la cara, cada arruga, y llene los pulmones y el estómago se infle para morir, allí será el momento de lo cómico; en donde ella, putarraca, ave maliciosa, llorará hipócritamente posándose en la rama de un árbol cercano, y escondiendo bajo sus alas-brazos la risa y la carroña, y balanceándose así risueña saltará al nido de la rama siguiente para destrozar pichones intocables y pelearse con una madre vieja ave enojada.
Terminaron en silencio. Como debían terminar. Luego la puteada por una ventana; pero en el silencio, allí el fin. Y se contentan. Son tan estúpidos que se contentan.
3 comentarios:
Bello, bello.Brutal y misericorde a la vez.
(Apostaría que los primeros borradores de este texto fueron mucho más violentos, ¿pero quién recuerda borradores?¿a quién le importa?)
Sí, más violentos dos o tres años atrás; pero por favor del tiempo la violencia, aunque no se devalúa, se estetiza...o algo así =P
"tantos sábados perdidos entre el sexo y la avaricia de quererse tanto"
(...)"Y se contentan. Son tan estúpidos que se contentan. "
Esas líneas son maravillosas! Y la violencia, claro, la violencia. Muy visceral.
Te abrazo.
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