martes, 6 de septiembre de 2011

Derogar

Anular la música, ¿cuántos discos? Todos. Los cuadros ¿cuáles? Todos. Guardarlos en una bolsa, esperar ahí en un costado que se llenen de polvo; mucho polvo, suficiente como para no reconocerlos. Las fotos; de chicos, de grandes, de viejos, del novio, de la tía, de los abuelos, ahí, ¿para qué? Esos gestos que se dieron, ¿caricias? En todas partes, en cada dedo, en todos los anillos, ¿anillos? Monstruos que constatan. Deshacerse.
Las canciones, las letras, la canciones, cuántas estupideces. La cena, qué rica la cena, qué maléfica, qué rito espeluznante. Mirarse a la cara con el tenedor en la boca y la mueca, la mueca condescendiente de la masticación compartida, y los estómagos digerir, cada uno a su ritmo, la papa. Fumar un cigarrillo detrás de otro, qué tic, el colmo del vacío después de cada comida, pero si comimos todos, igual qué vacío, tirar el humo al aire con tono desprevenido, esa extensión del dedo, familiar. Es tradición. Dejar de fumar.
Olores, nefasto. Anular el olfato también; recuperar la dignidad del recuerdo. La memoria limpia, el olvidadero de los infiernos de los buenos tiempos, que eran horribles también. Esa costumbre de habituarse a todo, con la cara tonta que ponemos cuando pasó media hora y ya hablamos el mismo idioma. Los negros, los blancos, los gronchos, mirá qué groncho, no se lava las zapatillas, mirá la mugre, mirá en la cárcel, qué desastre, se pegan, se violentan, ¿qué se indignan, manga de forros? Fascistas (palabrita de mierda) de su propia historia; perversos (otra palabrita de mierda) del reverso de cada sonrisa que ponen falsa como moneda de. Es linda, es hermosa, igual a. Tiene los ojos de. Es idéntica a. Similitudes, las aman. Saludá, poné buena cara. Es el día de. El día de la mierda. Todo eso: borrón y cuenta nueva.
No se puede. Soy. Intentando anular, recuperándome a cada momento de lo que ya fue mío -y uno no se puede deshacer de lo que fue suyo porque ya es tan pasado, tan nuestro, tan propiedad expropiada-, como tirar la mano para agarrar una mosca. Practicar. Sólo practicar. Y recibir nuevos besos para no olvidar lo cierto.
La petulancia del recuerdo no le basta para deshacerse de sí.

5 comentarios:

Gabriel (el que te magrea en los velorios) dijo...

"Mirarse a la cara con el tenedor en la boca y la mueca, la mueca condescendiente de la masticación compartida..."
Me recordó esta frase con la que Williams Burroughs justifica el título de su libro: "Almuerzo desnudo: un instante helado en el que todos ven lo que hay en la punta de sus tenedores".
No siempre da para musitar un ñam ñam. A veces, bastantes veces sí, por suerte, por suerte, por suerte que si no...

LJG dijo...

Por suerte que sino...si no, no sería suerte.
Gabriel magreador, recomendame algo de ese drogaditto.

LJG dijo...

Me gusta que digas musitar. Y eso...de las onomatopeyas tb =P ñam ñam.

Gabriel again dijo...

Sólo leí "El almuerzo desnudo", y por la mitad. Burroughs es como Rimbaud pero colocado, durante más de 200 páginas y encima, en nuestro hispanoparlante alarmante casotraducido al argot gallego. No se soporta.

LJG dijo...

Entonces no; entonces no.